Nunca había experimentado tal agonía física. Mi cuerpo se sentía como si estuviera ardiendo desde adentro hacia afuera. Sufrí un dolor insoportable en el centro de mi estómago que se dirigía hacia la parte inferior de mi espalda.

Todo comenzó después de dos cultos gloriosos en el pueblo de Batán, Costa Rica, donde nos encontramos cara a cara con una guerra espiritual en los aires, pero donde vimos la mano de Dios obrar. Justo antes de partir hacia el pueblo de Tibás, una familia encantadora me ofreció una comida. Comí una pequeña porción y me llevé el resto. Apenas entré al vehículo comencé a sentir un malestar en el estómago que empeoraba con cada hora que pasaba.
Tres horas y media después, llegamos a nuestro lugar de residencia temporal. Rápidamente entré a la habitación porque sabía que algo inusual estaba sucediendo en mi cuerpo. Me acosté y comencé a temblar. Me puse en posición fetal mientras temblaba incontrolablemente. Había desarrollado fiebre alta y sudores fríos. Mi padre me tocó la frente y los lados de las mejillas y lo confirmó. Al mismo tiempo, me sentí como si estuviera en el polo norte con escalofríos constantes.
Mi padre comenzó a cubrirme con colchones, pero no fue suficiente. Agarró un pequeño calentador portátil que trajo hace diez años atrás y lo colocó directamente hacia mí. Luego me dio la “cura puertorriqueña” Vicks VapoRub 🙂
Oro, “Dios amado, trajiste a mi hija para hacer tu voluntad, te pido que la sanes”.
La noche fue larga. Intenté conciliar el sueño, pero el dolor no disminuía. Me giré de lado a lado, me acosté boca abajo y de espaldas, pero no sentí alivio. Eran las 5 de la mañana cuando mi padre se despertó y notó que yo no estaba bien.
Vi la cara de un padre preocupado haciendo todo lo posible para mantenerse fuerte por su hija.
Habló con los pastores de Tibás y les explicó la situación. El Pastor le informó que seguramente se trataba de una bacteria que se había propagado a través de cierto tipo de carne en el pueblo de Batán. Le dijo que consultaría con un médico. El médico le recetó un líquido que mataría las bacterias además de los antibióticos. El líquido estaba destinado a funcionar rápidamente, permitiendo que mi cuerpo eliminara la infección bacteriana. Bebí el líquido alrededor de las 9 am. Alrededor de una hora más o menos, pude acostarme boca arriba sin dolor. Desafortunadamente, el ligero consuelo no duró, y absolutamente nada salió de mi sistema.
Pasaron las horas y la irritación y la angustia aumentaron. Pude escuchar a mi padre llamando a varios pastores y hermanos en Cristo para elevar una oración en mi nombre. La preocupación venía de la voz de los pastores locales a pesar de que estaban declarando sanidad sobre mi cuerpo.
Así es la fe; confianza en lo que esperamos y seguridad en lo que no vemos.
Mi fe no menguaba. Mi ánimo estaba alto, pero el enemigo no duerme. Iba a aprovechar ese momento a su totalidad. ¿Dios realmente te envió? ¿Estás segura de que fue su voz la que escuchaste? ¿Y si no sobrevives la enfermedad? Incluso, me vino a la memoria una prima que falleció hace años a causa de una infección bacterial. Empecé esquivando todo intento del enemigo en contra de mi fe, reprendiendo y proclamando la palabra de Dios, sus promesas y benevolencia.
A pesar de todo, hasta ese instante no había llorado. Todo cambio alrededor de las 7 p. m., las lágrimas cubrieron las sábanas en las que me acurrucaba. Mi alma gritaba por nada más que la oración de un guerrero(a). En ese momento, mi padre asistía a la iglesia a través de zoom y no quería preocuparlo aún más.
Contacté a un amigo y le pedí que orara por mí. Fue una oración poderosa que me llenó de paz. Me recordó la misión. Citó el versículo en Lucas capítulo 8 donde Jesús les dice a los discípulos que pasen al otro lado, pero lo que no sabían era que había una tormenta programada no solo para disuadirlos de completar la misión, sino también como una forma de probar su fe. En el versículo 23 dice claramente que se “desencadenó” una tormenta.
En otras palabras, la tormenta no vino por casualidad; se retuvo y luego se soltó durante ese tiempo específico para un propósito mayor. Él dijo: “Estás siendo probada, pero vencerás”. Apenas podía hablar, pero recuerdo haber dicho las siguientes palabras en un tono suave y bajo: “Todavía confío en Él”.
Minutos después, mi padre entra a la habitación con su teléfono en altavoz y escucho a uno de nuestros pastores de CT, clamando al cielo junto con otros miembros de la iglesia. Me trajo a ese momento cuando la iglesia oró fervientemente por Pedro (Hechos 12). La biblia dice que de repente apareció un ángel del Señor para rescatarlo.
Al no ver mejoría, mi padre me informa que no tenía más remedio que llevarme al hospital.
¿Cómo llegó a este punto? Clamé al Señor con angustia “has sanado antes, por favor hazlo de nuevo”. Procedí a llamar a otro guerrero de oración que más tarde supe que había convocado a un grupo de intercesión de oración de señoritas. Invocaron el nombre del Señor y oraron como si su vida dependiera de ello.
Poco después, mi padre entra en la habitación y dice: “buscamos un médico privado”. Me toca la frente y dice: “todavía estás ardiendo”. Se sento en silencio y miro al suelo. Cerré los ojos y oré:
Dios, no quiero a ningún otro médico más que a ti”.
Tan pronto como dije esas palabras, la fiebre desapareció. Yo estaba en shock. No podía entender lo que estaba pasando. En voz baja dije “Papá, ya no necesito un médico”. Mientras hablaba, todo mi cuerpo se estába regulando. En segundos, no tenía absolutamente ningún dolor, ni escalofríos ni debilitamiento. Me senté y mi padre gritó “¿qué pasó, estás bien”? Lo miré y dije: “Creo que acabo de experimentar un milagro”. Me puse de pie y comencé a caminar como si nada hubiera pasado.
Observe lo siguiente:
1. La enfermedad empeoró cuando se introdujo el medicamento.
2. El medicamento no eliminó el sistema; lo que significa que la bacteria todavía estaba en pleno efecto.
3. Nuestra fe fue probada en un país extranjero sin recursos inmediatos a nuestra disposición.
4. Todos los síntomas desaparecieron inmediatamente cuando estaba en mi punto más bajo.
Como dijo mi amiga “Dios quería presumir y lo hizo” 🙂
Nunca había experimentado personalmente a Jehová Rapha – El Dios que sana. Era mi momento de conocerlo como mi sanador. Tan agonizante como fue, valió la pena. Él es un obrador de milagros y ahora yo soy un testimonio viviente de su poder.
¡Nicaragua… allá vamos!
P.S. Creo que me convertiré en vegetariana durante los próximos tres meses 🙂
Diga el debil, fuerte SOY !!!. Que hermosa experiencia amada, en medio de tu dolor te mantuvistes fuerte.
P.S. Daniel 1:15. Si Dios estuvo con ellos tambien contigo.
Viendo a Dios obrando ante la amaneza y oramos sin cesar por mi hija yeisie es como si fueras una de mis niñas en mi corazón siempre velando por ella en oraciones y suplicas y verla tranceder de la mano de Dios!.Albado Dios!!!
Gloria a Dios que estas bien Dios es real y tu testimonio glorifica al Señor y aumenta nuestra fe. Dtbm ??
Dios es grande. El es nuestro sanador. Creo que nunca he dicho las palabras que dijiste cuando recibiste tu milagro. Quiero recibir la sanidad del único Médico, del Médico de Medicos, mi Médico, mi Dios. Wow sin palabras.
Hay es cuando decimos tú eres el médico por excelencia pero no le creemos. Que el lo puede hacer. Dios confirma que todavía el hace milagro y contigo de veras que se lució. Te envío un fuerte abrazo ? Dios te bendiga ?
Dios es maravilloso. Y así como David enfrentó grandes batallas y guerras las enfrentarás tú pero Dios cuenta siempre con sus guerreros valientes y esforzados, atrevidos y decididos. Eres una gran guerrera mujer con grandes cualidades, virtudes y destrezas. Y pir la fe veras todo lo que Dios a prometido. Adelante, continúa derribando gigantes y pisando y reclamando nuevas tierras. La victoria es tuya en el nombre de Jesús. Te amamos ?
Wow just beautiful..our God is Good! Literally crying with this testimony Soo amazing. Love you?